Como es sabido, el ser humano siempre ha tenido la necesidad de comunicarse. Al principio, sólo entre los individuos de un mismo grupo, después fue expandiéndose para facilitar el comercio, las guerras y conquistas, en definitiva las relaciones entre pueblos. La gente se dio cuenta de que era útil enterarse de lo que pasaba más allá de lo que abarcaban sus propios ojos y empezaron a poner en marcha mecanismos para ello.
Dando un salto histórico muy grande para empezar a hablar de lo que quiero ocuparme, hace ya bastantes años, en 1622, el público tuvo acceso al primer periódico impreso, el
Weekly News of London. Poco a poco y aprovechándose de diversos avances tecnológicos la prensa fue evolucionando: se fueron enviando corresponsales a diferentes ciudades del país y del mundo y fueron apareciendo los diferentes géneros periodísticos. La tecnología era útil para la prensa y colaboraba con ella ya que los distintos corresponsales podían transmitir su información usando el telégrafo y luego el teléfono. El periódico era la única forma de enterarse de lo que pasaba donde el boca a boca no podía llegar.
Pasaba el tiempo y la prensa jugaba importantes papeles en la política y la sociedad de los países. Para los políticos y la gente de la alta alcurnia era importante que la prensa diera una buena imagen de ellos, ya que se jugaban, de uno u otro modo, su prestigio. Y, como era inevitable, las diversas tendencias se hicieron patentes en la prensa, y la opinión, en su sentido más amplio, era lo que acababa marcando el signo político de un periódico.
Llegó el siglo XX y primero la radio y luego la televisión empezaron a hacerse fuertes. Estos dos medios de comunicación aportaban inmediatez a la información, cosa que la prensa, dada su periodicidad (al menos diaria) no conseguía. La tecnología (a veces amiga a veces traidora) estaba atacando a quien antes había ayudado. Sin embargo, la prensa escrita sobrevivió porque, en mi opinión, en este formato se podían permitir licencias que en los otros dos no era posible. La opinión y la subjetividad, en cualquiera de sus formas, en especial el artículo de opinión, era uno de los rasgos que más diferenciaba a los periódicos del resto de
mass media.
Como viene pasando a lo largo de toda la Historia la comunicación siguió evolucionando y a principios del siglo XXI apareció la web 2.0, donde empezaron a aparecer los periódicos digitales (y no me refiero sólo a las ediciones digitales de los "periódicos convencionales") y, en especial, los blogs. Si la televisión y la radio ganaban en inmediatez a los periódicos éstos dos medios son claramente vapuleados por internet. Es asombrosa la velocidad a la la información es actualizada en la Red. Y, si la opinión era un rasgo distintivo de la prensa escrita, hoy en día en internet se puede encontrar opinión casi en cualquier rincón (lo que no quiere decir que eso sea una opinión "de calidad", con la argumentación que una de estas debería llevar detrás).
Si a los periódicos les despojan de casi lo único que les quedaba, ¿de qué van a vivir entonces? Es preocupante observar como desde hace unos años muchos periódicos con una larga tradición han ido desapareciendo paulatinamente, en especial en Estados Unidos. ¿Está la prensa tradicional acabada con el auge del llamado Internet 2.0 (y lo que venga detrás)? Sinceramente, espero que no. La magia de comprar el periódico y abrirlo, leer las noticias del mundo, las viñetas y a mis columnistas favoritos espero que no desaparezca. No me imagino leyendo
El País Semanal (por poner un ejemplo) vía web, lo siento. El periódico tiene una magia que internet no podrá igualar jamás.
Es posible que a estas alturas alguien ya me esté tratando de "romanticón sin visión de negocio". Si publicar en internet es más barato, al posible consumidor no le cuesta dinero y el editor puede seguir teniendo ingresos igualmente, ¿qué sentido tiene seguir manteniendo la prensa escrita? Realmente me es difícil encontrar una explicación que pueda sonarle convincente incluso al lector más escéptico, por lo que abandonaré esa vía; me conformaré con decir que creo que la razón por la que internet no sustituirá a la prensa tradicional es la misma por la el libro tradicional no morirá a manos de su homólogo electrónico. Seguimos habiendo demasiados románticos aficionados a la magia.